Luis Felipe Noé, El pintor como escritor
Texto de Lorena Alfonso que integró el catálogo de la exposición Luis Felipe Noé: mirada prospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Los escritos de Luis Felipe Noé integran,
desde mediados de los años
cincuenta del siglo XX hasta la actualidad,
un torrente tan extenso y caudaloso
como su producción artística. Teórico,
provocador, crítico de arte, prologuista, narrador,
pensador; el pintor se cruza, relaciona
y dialoga con sus otros –y contradictorios- yo.
“Me siento como un ómnibus lleno de gente
que se pelea entre sí”, apunta en el epílogo
de Cuaderno de Bitácora.
El libro-manifiesto que funda el nacimiento
del Noé pintor como escritor es Antiestética.
Publicado en 1965, a seis años de su primera
muestra individual y a poco menos de su
involucramiento en el movimiento Nueva Figuración,
comienza con una irónica presentación:
“Forzosamente me equivoco al escribir
este libro. Me equivoco porque hablo de
cuestiones abstractas y colectivas en relación
con una labor concreta e individual; me equivoco
porque hablo de una relación de causa
y efecto; me equivoco, en definitiva, porque
soy pintor y escribo. Por esto, ante todo, pido
una disculpa inicial al lector. Este es un libro
sobre pintura escrito por un pintor. Y, como
se sabe, esto comúnmente no es tolerable”.
Noé invoca el equívoco, lo enfrenta, y emprende
así una continua reflexión sobre el
arte que buscará dar batalla a los propósitos
dogmáticos del fenómeno artístico.
La herramienta que definirá su estrategia,
tanto pictórica como teórica, es el caos. En el
devenir de su pensamiento-acción, Noé ensaya
diferentes aproximaciones al problema
señalando, sobre todo, la importante tarea
de asumirlo en nuestro contexto artístico,
histórico y social. Lectura política que, en sus
inicios, arriesga construir nuevos valores respecto
de una realidad determinada, “porque
se trata de un proceso cultural de rechazo
de un orden y búsqueda de otro, y es por lo
tanto continuo, sinuoso y abierto, donde alternan
el azar y la necesidad, la duda y la certeza,
el ansia y el prejuicio”. Con el tiempo,
caos pasará de ser desorden, confusión, a ser
“el orden que deviene, (…) el orden vital” . En
el presente, Noé lo ve como “una dinámica
–de la que formamos parte- en permanente
transformación.” Si el artista es un hombre
emplazado en su contexto, como subraya en
Antiestética, “en la sociedad actual escéptica
de valores y al mismo tiempo sedienta de
futuro, ser espejo de ella, revelar su imagen,
no es mostrar lo que es, sino lo que está queriendo
ser, lo que está destrozando”. Se trata
aquí de una lectura crítica sobre el proceso
creador que tritura la noción del arte como
resultado para centrarse en el arte como
búsqueda. Una manera de conocer que tiene
la intención de “revelar aquello que nos sobrepasa,
aquello que desequilibra la relación del artista con lo circundante, un circundante
permanentemente móvil” y, que encuentra
en el caos una poiesis, un modo de hacer.
Al desdeñar el mito de la unidad de la obra
en su aspecto formal, y en su función social
como garantía de un orden armónico que ya
no existe, Noé propone una pintura de estructuración,
y por ende de visión quebrada
“que refleje las oposiciones y contrastes de
un mundo caótico” y que encuentre en las
relaciones de tensión y choque de los elementos,
justamente, el “caos como estructura”.
Al defender la teoría como
un acto lúcido (“si la creación
es fundamentalmente una
búsqueda: ¿Qué valdrá más?
¿Un acto repetitivo sobre la
tela o la toma de conciencia
de lo que se quiere asir?” ),
Noé es un pintor que piensa
y se piensa en un presente
continuo. Su discurso crítico,
marcado constantemente
por paradojas, y por simulacros
de discusión del pintor
consigo mismo, parece dejar
en suspenso todo aquello
que obligue a una definición
categórica del mundo y de las cosas, para
confirmar que “un artista es un discurso móvil
en la historia, nunca petrificado”.
“Yo es otro”. Un gesto soberano
Desde sus primeras exposiciones, Noé –que
entre 1956 y 1961 ejerció el periodismo y la
crítica de arte- , escribió varios de sus prólogos.
La enunciación de sus intenciones artísticas,
dudas y torpezas , se construye en base a
una forma de comunicatividad que reivindica
la dimensión lúdica de las palabras y supera
el tono ceremonioso de las presentaciones.
El prólogo, género preliminar por excelencia,
es travestido de múltiples maneras: entrevistas,
cartas manuscritas, frases, preguntas o
conectores aislados. “Mi biografía no interesa.
Expuse aquí y allá y no expuse allá o aquí.
Soy porteño y tengo 32 años y lo que más
me importa: Creo en el arte como aventura
de la permanente revelación y, por lo tanto,
la revelación de la permanente aventura.
Me interesa comprobar/ por mí mismo, violándolos,
si los
tabú en el arte
tienen sentido.”
, escribe a mano
alzada (tachando,
borroneando)
en un papel
membretado
en la parte superior
con su
firma-sello para
la muestra Noé
+ experiencias
colectivas, inspirada
en sus
desmadres.
Noé desplaza la crónica de su
vida para afirmarse, negándose,
en su devenir. “No creo en los
artistas que expresan su mundo
sino en los que son compelidos
por ese indagar, porque el artista
no es de determinada manera,
y luego se expresa, como es,
sino que va siendo a través de
su relación con su obra”. Si intentáramos
detectar qué sujeto se esconde en esa relación (furtiva, imprecisa,
confusa), fracasaríamos. O, lo que es peor,
dibujaríamos sus límites y ahogaríamos de un
solo golpe su rebeldía. Podríamos pensar, en
cambio, que en sus presentaciones Noé realiza
un verdadero gesto soberano: “En la comunicación,
lo que el sujeto practicaría es su
propio desujetamiento, el sujeto se desajusta
de aquello que remite a él, sea su identidad o
su soberanía. Lo más propio del sujeto, su soberanía,
su identidad, no radicaría, entonces,
en ser sí mismo, su esencia pura, su yo completo,
un ser reconciliado; podría ser que lo
más propio de sí no sea sino la entrega a otro,
una entrega anterior a cualquier voluntad, no
para ser-el-otro, sino porque sólo se es en la
medida que se deje de ser, sólo se es en tanto
no se llegue a ser.”
Así, en su segunda muestra individual, Noé.
Óleos, el artista opta por dirigirse a un personaje
desconocido pero cercano: “Pinto como
soy y mi relación con la tela es una relación
humana como cualquier otra. Como me conoces,
esto ya debe serte suficiente.” Implícitamente,
se asume aquí un contrato de
lectura donde el destinatario es una persona involucrada en el medio artístico, un amigo,
que puede comprender sus métodos sin tildarlo
de informalista (tendencia en boga a finales
de los años cincuenta). Y, nuevamente,
su desapego a cualquier categorización: “Por
lo dicho creo que soy tan abstracto como figurativo
y cualquiera de las etiquetas (neoexpresionista,
neofigurativo, postinformalista
o, quizás, más propiamente, por la independencia
de su terminología, la de la ‘nueva
imagen del hombre’, como ya se utiliza en
Estados Unidos para una pintura pariente de
la que yo hago) pueden caberle a mi obra.”
Esta suerte de clasificación desclasificada se
irá repitiendo en la mayoría de sus escritos,
tanto como el empeño por comprender el
trabajo artístico más allá de cualquier señalamiento
de la institución académica. “¿Qué
es pintar hoy en día? Es ir pensando a través
de la pintura sin tener prejuicios sobre lo
que ella debe decir y lo que debe hacer (sean
esos prejuicios figurativos o abstractos) y por
encima de todos los códigos particulares y
con la experiencia de todos ellos.”
En sus ya clásicas auto-entrevistas, Noé practica
como programa la experiencia de un
sujeto escindido a través del efecto de desdoblamiento,
donde entrevistador y entrevistado
son, justamente, él mismo.
I- ¿Se acuerda de mí? Nos conocimos en enero
de 1966 cuando yo escribí el prólogo de
la exposición que hizo entonces en la Galería
Bonino de Nueva York.
II- Sí, lo recuerdo. Yo creí que usted era crítico
de arte. En cierto modo usted me condujo
a que dejara de pintar por nueve años.
Era cuando yo pretendía asumir el caos por
medio de instalaciones complejas, usted me
hizo ver que yo oponía tan solo partes de mí
a partes de mí, o sea que todo se unía en mi
propio yo. Como además todo era tan complicado
tal como lo planteaba dejé de hacer
obra por un tiempo.
Humor, ironía y sarcasmo son claves para entender
el impulso de un lenguaje vital que se
rebela contra las demandas y presunciones
que pesan sobre su imagen pública. En 1968,
luego de su estadía en Nueva York donde había
decidido dejar de pintar, regresa a Buenos
Aires. Junto a otros socios abre un bar (el
Bárbaro) y realiza la muestra Luis Felipe Noé.
Saldos. Liquidación por cambio de ramo,
cuyo prólogo es otro diálogo:
P: ¿Por qué usted ha dejado de pintar?
R: Yo no dejé la pintura, es la pintura la que
me dejó a mí. Cuando me dejó yo estaba
apasionado con ella…
P: ¿Usted cree que la pintura ha muerto?
R: No, es una buena terapia. Lo que creo es
que está cuestionada como lenguaje relevante.
Ya no sirve para abarcar la imagen de hoy
porque esta es de visión discontinua. Cuando
yo pintaba quería abarcarla. No es que haya
dejado de creer en la pintura, sino que había
dejado de creer en que fuese un instrumento
idóneo para lo que yo me proponía, y que
ahora ya no me propongo. No me interesa
más representar a la vida. Sino vivirla, esto es
presentarla, desatar posibilidades.
En las idas y vueltas de su relación con la
obra, el medio artístico y la escritura, Noé
se aventura a perder. Es capaz de definir su
campo de libertad practicando esa experiencia
imposible: la soberanía: “el soberano es
el que puede y sabe entregarse a un poder y
un saber que no posee, y que sólo se ponen
en juego en el límite o en el extremo de nosaber
y de la impotencia. Rebelarse, así, no
es conquistar un lugar sino perder todos los
lugares”.
El reino de la paradoja
Noé vive la paradoja como el motor activo de
su productividad textual. Es un recurso en el
que encuentra un principio (“El mero señalamiento
enfático de algo es el inicio de su
contradicción” ) y una estrategia que, entre
otras acciones, le permita liberar todo aquello
eventualmente anquilosado en el lenguaje
instrumental. En el revulsivo año 1968,
observando los movimientos de protesta
norteamericanos, se pregunta sobre el concepto
de Black Power: “¿cómo pueden afirmar
su poder, precisamente, aquellos que no
lo tienen?”. Y, mediante este cuestionamiento,
confirma en la paradoja un valioso instrumento
retórico: “lo había aprendido: lo simbólico
no le sigue a lo real, sino que ayuda a
construirlo.”
No es a través del lenguaje sino en el lenguaje
donde se dan, históricamente, las disputas
del poder y el saber. La “voluntad de verdad”,
sostiene Foucault, “basada en un soporte y
una distribución institucional, tiende a ejercer
sobre otros discursos –hablo siempre de
nuestra sociedad- una especie de presión y
como un poder de coacción”. Pero esa misma
voluntad de verdad conlleva, en ciertos
momentos de la historia de los discursos,
formas de desplazamiento y enfrentamiento.
En el libro Una sociedad colonial avanzada
, dedicado a “la memoria de todos aquellos
que han luchado y hasta dado sus vidas para
desmentir todo lo que aquí se constata”, Noé
intenta soslayar, a través de la paradoja, esa
voluntad de verdad que nos domina.
Una sociedad cuya alegría consiste en una
falta de tristeza y cuya tristeza consiste en
una falta de alegría.
Una sociedad donde gobierno democrático
no significa una mayoría en el poder, sino una
mayoría sin poder.
Una sociedad que no inventa nombres para
las cosas sino cosas para los nombres.
Una sociedad donde lo que no está prohibido
es obligatorio.
Una sociedad donde cultura no es innovación;
donde cultura es información; donde
información es innovación; donde innovación
es cultura.
La batalla cultural encuentra en la palabra
un modo de resistencia. “Le pasa algo al ambiente
en el que estamos emplazados por su
carencia de poder, de asumir su propio potencial,
porque le resulta imposible por el
momento imponer un enfoque nuevo, hacer
que el mundo lo vea como un fenómeno distinto
sin buscar referencias para entenderlo”,
escribe a Ernesto Deira en una carta donde,
también señala su propósito inmediato: “despertar
esta conciencia política es una tarea
cultural. (…) En este momento por razones
culturalistas estoy más interesado en la política
que en arte. Por esto en este momento
me interesa más escribir. ”
Tanto en la ya mencionada Una sociedad colonial
avanzada como en Códice rompecabezas
sobre Recontrapoder en Cajón Desastre
y A oriente por Occidente, Noé recurre a su
principio paradojal. En ellos, las “paradojas,
sofismas y aporías como las de Zenón de
Elea son, sin embargo, los únicos velos que
cubren la desnudez de nuestro ingenuo deseo
de afirmación (capacidad nominativa) y
de absoluto (capacidad de ficcionar la realidad).
En presencia de todo ese ‘espectáculo
con sentimientos contradictorios’ el autor
nos recuerda (…) la negatividad del mundo,
la relatividad del lenguaje.”
Códice rompecabezas sobre Recontrapoder en Cajón Desastre, más conocido como Recontrapoder,
arrastra un pensamiento espiralado
próximo al paroxismo. Con algunos
dibujos realizados por Noé para que sigamos
la historia, el libro cuenta las peripecias
de un personaje fragmentado en el tránsito
a convertirse en sujeto. Escrito en un lenguaje
delirante e intrincado, de “apariencia antiesencialista”
, es actualmente un libro de
culto.
Y frente a Recontrapoder se abrió el espectáculo
del mundo.
Corrían hombres a mujeres, mujeres a hombres,
se corrían entre sí hasta tal punto que
se desencontraban. Todos querían poseer y
ninguno ser poseído. Hablaban de querer tener
seguridad y de querer tener libertad. Si
tenían una perdían la otra; si tenían la otra
perdían una.
Recontrapoder entendió entonces por qué él antes era Rompecabezas.
Apareció otra sacerdotisa: la Memoria, aquélla
que no tiene imagen porque se viste de
imágenes.
Recordó sus largas noches tratando de asumir
el Caos para asumir el Mundo.
Cuenta Cipollini que “a pesar de haber sido
publicado por una reconocida editorial, bien
podría afirmarse que se trata de un libro secreto.
Ahí el pensamiento del artista ingresa
en un estado de ficción. No es inexacto
hablar de un recurso alegórico, salvo que la
proyección de planos no remite a un eje vertical.
Un manifiesto ante todo es forma, una
manera de poner en crisis una forma de escritura.
Este texto en consecuencia, lleva la
escritura al extremo.”
Lo llamativo y singular en Noé es que, ahora,
cuando los manifiestos ya han dejado de ser
el caldo de cultivo de los movimientos artísticos,
él propone que sus textos sostengan ese
mismo espíritu combativo; la persistencia su
pensamiento crítico excede deliberadamente
los limites conceptuales y teóricos y apunta
a desnaturalizar los discursos dominantes.
En el año 1992, con motivo de los 500 años
de la llegada de los españoles a América, el
artista publica el libro-carpeta A Oriente por
Occidente , con el subtítulo: Descubrimiento
del llamado descubrimiento o del origen de
lo que somos y nos somos. Basado en las cartas
que Colón escribió a los reyes de España
contándoles la travesía reúne, también, otros
testimonios y cartografías de la época. La introducción
manuscrita de este libro facsímil,
a su vez elaborado con dibujos, textos caligráficos
y collages, Noé aclara que se propone
reflejar el sistema paradojal “que constituye
el legado principal que hemos recibido desde
la concepción misma del ‘descubrimiento’.
Puesto que este “es la clave de nuestros mayores
defectos societarios pero también de
nuestra mayor riqueza cultural. Pero como
sin poder no hay descubrimiento, esa riqueza
no será reconocida hasta que tengamos el
coraje de asumir el poder de auto-descubrirnos
y hacer creer a los otros que son ellos los
que nos descubren”.
A la verdad por el error
A la justa medida por la exageración
A la modernidad por los prejuicios medievales
Al orden por el caos
El principio paradojal ya no es sólo un método
para ayudar a construir otra realidad
sino que atraviesa asimismo la historia de
otra construcción, nunca acabada: la identidad
de una América sacudida y fragmentada
por la conquista, subsumida a las órdenes del
exterior y atrapada en una entidad sin características
propias. El no ser engendra el ser.
Paradojas mediante. ¿Ha sido el sofista realmente
expulsado de la voluntad de verdad?
Relación pintura/escritura: este es el caso
“La poesía quiere expresar con palabras lo
que no pueden decir las palabras” : la sentencia
de Aldo Pellegrini alude a desvincular
la noción de representación de un sentido
unívoco, aquel que nombraría a la cosa u objeto,
para liberar la interpretación de toda
sospecha de clausura del sentido. En los cuadros
de Noé, pintura y escritura, imagen y
palabra, se relacionan dialécticamente , del
mismo modo que, para él, “representación y
abstracción no son categorías opuestas sino
complementarias” . Estas relaciones escapan
al cierre del sentido en la sintaxis en espiral de su pensamiento visual.
Una taxonomía posible de la relación pintura-
escritura que atravesara cronologías, épocas
y series tendría en el poema-cuadro Wittgenstein,
este es el caso (2000) un ejemplo,
conclusivo, paradigmático. A la vez, en una
obra muy temprana ya arranca la presencia
de la escritura en el interior de la imagen: en
Alias, el chancho (1962) , las palabras (casi
imperceptibles) salen de dos rostros que parecen
decirle cosas al animal que se encuentra
en la parte inferior de la obra, en la que
también se lee en rojo “¡Viva la patria!” Este
recurso, casi de historieta, donde los personajes
“hablan”, volverá a aparecer en el dibujo
Reflexiones sobre el amor (1972) que
contiene una reinvención de frases banales
(“Desalienemos el amor del ‘apenas es un
sentimiento’ de deseo”, “desde chiquitos
confundimos amor con tabla de salvación”,
“amaos los unos a los otros pero hasta cierto
límite”, etcétera), paradojales (“Un poco de
cariño por amor a Dios y un poco de amor
por cariño a Dios”, “No hacemos el amor a la
guerra hagamos la guerra del amor”) y diálogos
(“¿Para qué me sirve tu cariño? El cariño
sirve porque es cariño” y “El matrimonio es
el amor reducido a escala”, “El matrimonio
es un egoísmo de a dos”). Otros ejemplos
pictóricos donde la palabra se hace imagen
son Tormenta en la pampa (1991), Homenaje
a una pintura escrita por Sarmiento (1991),
Paisaje entre dos lenguajes (1984), Primera
destrucción de Buenos Aires (1991) y Areté la
difícil Areté (1992). Aquí, Noé remite un término
griego difícil de definir (“para algunos
sofistas la areté es la ‘excelencia’ o prominencia
en el cultivo de la elocuencia” ) e incluye
un escrito del poeta lírico Píndaro. En Cuadro
de la intolerancia (1998) la alusión es al racismo,
con las palabras negro y blanco pintadas
irónicamente sobre rojo y azul. En Ante una
difícil situación (2003) incorpora un poema
de Aldo Pellegrini, y La difícil comunicación
(1989) aporta la contundente peculiaridad
de que el texto aparezca escrito sobre el bastidor,
como una manera de actualizar una reflexión
clave en la filosofía del propio pintor.
Para Noé en la pintura “el aspecto informativo
está subordinado a lenguaje artístico, y,
por lo tanto, no está atado al concepto básico
lingüístico comunicativo de emisor-código
común-receptor. Por el contrario, aquí se supone
que la información alude a la relación
del artista con todo aquello que quiere asir
y se le escapa. Esto se supone porque desde
comienzos del siglo XX la pintura ya no relata
otra cosa que la propia aventura creadora. Lo
hace a partir del instante en que se ofrece totalmente
a los ojos del contemplador. Luego
viene el proceso de comunicación en clave y
lento.”
En Noé, eso que se llama la unidad del cuadro
se convierte, otra vez paradójicamente,
en un campo de “visión quebrada”, un corte
de atmósferas que transcurre no sólo en la
superficie de la tela sino en complejas instalaciones
y en obras heterogéneas en las
que el bastidor (la estructura) funciona como
un elemento compositivo más. En Mambo
(1962) el título y la firma, por primera vez,
aparecen ostensiblemente escritos en la parte
inferior de la obra siendo la “pintura” la
parte superior. Otras pinturas e instalaciones
llevan como títulos alusiones al espacio
pictórico (Un vacío difícil de llenar, 1964), al
caos como estructura (Introducción al desmadre,
1964), a la retórica política (El ser nacional,
1965) y a la formalidad coloquial (Así
es la vida señorita, 1965) o bien, refiriéndose a la función del bastidor como aquello que
enmarca o sostiene la imagen, en Estructura
para un paisaje (1982) y La ventana indiscreta
(2008).
En Introducción a la esperanza (1963), un
ícono de su producción pictórica, las pancartas
aluden tanto a la capacidad de nominación
celebratoria de la palabra como a su uso
político. Noé resuelve con un monosílabo la
proscripción al peronismo: “Perón es Él, y pocos
dudarían de ese atributo en los sectores
populares.”
Los títulos toman la forma de pregunta cuando
remiten a una interrogación metafísica
que podría ser también alusiva a la situación
política del país (¿A dónde vamos? o Presente
-1964- y ¿Hasta cuándo? -2002-) o bien cuando
parecen dialogan a la vez con el lenguaje
de la pintura y la entidad del mundo real (¿Y
esto qué significa? -2005-, ¿De qué se trata?
-2006-, ¿Te acordás cuando los hombres caminaban
sobre la tierra y había perspectiva?
-2006-). Otros títulos se refieren a la historia
argentina, en obras tempranas como Convocatoria
a la barbarie (1961), ¡Viva la Santa
Federación! (1961) y La anarquía del año XX
(1961) -pertenecientes a la Serie Federal- así
como también a acontecimientos trágicos
en que la capacidad de nominar está vedada,
como por ejemplo Esto no tiene nombre
(1976) y Aquí no pasó nada (1996). A su vez,
en el título de las obras que tratan el tema de
la conquista se alude irónicamente a la historia
de Latinoamérica (Todo es verdad nada
es mentira, 1977) así como se refiere a guerras
internas (Carajo que se rinda tu abuela,
1980) o mencionan el tema de la naturaleza
(La naturaleza de América (1975), toda la
serie de La naturaleza y los mitos así como
Naturaleza de la naturaleza (1985) y Noticias
del amazonas (1996) –que también incorpora
texto al interior de la imagen-, entre otros.
Los juegos de palabras y trabalenguas son
otra constante, tanto en lo que se refiere a
las obras -Jeringoza I -yopo-nopo-sepe-napadapa-
(1995), Racatapatán (2002), La estática
velocidad (2009), Un poco demasiado
(2013), Avanzando entre dudas (2014), etcétera-
como a la elección de las series, el título
de sus prólogos (Porqué pinte lo que pinte, no
pinte lo que no pinte y pinto ahora lo que pinto,
1975) o del nombre de sus muestras: Errores,
omisiones y otras desprolijidades (1997),
Recuerdos del olvido en tiempo de descuento
(1999) y Dispersiones entrecruzadas (2004),
son algunos ejemplos.
Es aproximadamente a partir del año 2002
que Noé comienza a incluir el título en el
lenguaje visual de la propia obra, como una
manera de inducir una posibilidad de lectura
en el espectador. En el catálogo de la muestra
de dibujos Noé en línea que tuvo lugar en
el Museo de Arte Moderno, Laura Bucellato
comenta: “El mundo contado por Noé, sus
personajes y la forma de nominar sus obras
son tan multisémicos que la única forma de
describirlo es con un método equivalente al
hacer creativo, y es derramando una verborragia
infinita de adjetivos, que se presumen
en el fluir-continuum de su pensar-dibujando
para descubrir la dificultosa tarea cognitiva
inmediata.”
En el año 2000 Noé escribe, sin aliento, el
largo poema caligráfico que incluye en la ya
mencionada en la obra Wittgenstein, este es
el caso, cuya “portada” es un retrato del filósofo
alemán. Este emblemático cuadro-texto
implica una reformulación de las proposiciones
de Wittgenstein (quien en el Tractatus lógico
philosophicus (1912) se refiere a la relación del pensamiento lógico con la realidad)
y otra vez examina la conexión comunicativa
al ofrecernos a modo de infografía filosófica
su propia construcción lógica. ¿Qué nos informa
el texto-imagen? ¿O nos desinforma?
¿Cómo operan las palabras en la red textual?
El poemario “juega con la pérdida de la apariencia.
Nos niega un centro y nos obliga a
movernos desde un zigzag empedernido” .
Una resumida selección del tejido de sus 64
proposiciones, ignorando elípticamente su
ritmo, podría ser:
1. El mundo es todo lo que es el caso
3.2. En la palabra nada: nada
3.7. Nado en el espíritu de la duda
6.2. La palabra flota sobre las cosas
6.3. La palabra cae sobre una cosa
7.4. cosa: pretexto para la palabra
19.3. Imagen: lo que es
19.3.1. lo que no tiene imagen ¿es?
28. Navego navego en otro idioma ¿Idioma?
38. solo se puede mostrar aquello que se ignora
44. asumo el caos: tratar de dar imagen a lo
que no se tiene ni puede tener
60.2.1. Todo lo que es EL MUNDO
60.3. es un TRACTATUS ILOGICO-PHILOSOPHICUS
63. Querido Ludwig ¿es necesaria la palabra?
Noé apela a un tour de force entre filosofía y
poesía para bucear en “el espíritu de la nada
sobre las cosas”. Paisajes humanos donde se
dispone la duda del lenguaje y la afirmación
de su independencia en una “inmensa red de
caminos equivocados transitables”.
Conclusión: Pensamiento en movimiento
“Cuando pienso en el mundo pinto, cuando
pienso en la pintura escribo.”, dice Noé. Y así
como abandonó los pinceles por un tiempo,
nunca dejó de escribir. “La obra de Noé es
como la esfera de Pascal, ‘cuyo centro está en
todas partes y su circunferencia en ninguna’.”
, comenta Stupía (compañero de Noé en la
muestra conjunta “Me arruinaste el dibujo”
y el proyecto “La Línea Piensa”). Del mismo
modo, sus escritos, que en apariencia rodean
los mismos temas, siempre se leen distintos.
Renovados, imprevisibles, circulares.
En la introducción al libro Lectura conceptual
de una trayectoria para la muestra homónima
que realizó junto a Jorge Glusberg en
el CAYC, Noé explica que “Si bien las obras
de un pintor son las huellas de su trayectoria,
sus proposiciones fueron la motivación
de sus pasos. Quien se detiene para mirar su
propio camino transcurrido mientras aún lo
está trazando lee –lo que es una subjetividad
conceptual- la sucesión de propuestas subjetivas
detrás de sus obras como un escritor
revisa su relato aún no concluido para saber
su desenlace”. La muestra exhibía unas pocas
obras y estaba constituida, en su mayor
parte, por textos que hacían una lectura de
sus propuestas teóricas. Alrededor de veinte
años después, Noé publica el libro doble
Mi Viaje/ Cuaderno de Bitácora. Testimonio e
inventario que recopila experiencias, textos,
prólogos, notas de prensa, escritos inéditos
y biografía acompañado por un viaje a las
obras más emblemáticas de cada período.
Estos acontecimientos, sustanciales en la diagramación
de las lecturas sobre su recorrido
artístico, atrapan el derecho y el revés, la coherencia
incoherente y la sensatez insensata
y heterogénea de un pintor que hizo de la
escritura un material discursivo análogo a la
multiforme discursividad de su pintura.
Lorena Alfonso
Nació en Posadas (Misiones). Estudió Ciencias
de la Comunicación en la Facultad de
Ciencias Sociales (UBA) y realizó diferentes
seminarios y especializaciones en varias
áreas entre las que se destacan la fotografía
y el periodismo.
Durante nueve años trabajó como asistente
de dirección en Galeria Rubbers, realizando
tareas que iban desde la gestión comercial
a la producción de muestras. Desde el año
2015 desarrolla diferentes proyectos como
gestora y periodista cultural, asesoramiento
de artistas y producción de muestras y libros.
Entre ellos se destacan la realización de los
Talleres Artísticos Inclusivos de ASDRA (Asociación
Síndrome de Down de la República
Argentina); la producción “Ernesto Pesce.
Obra Gráfica (1970-2015)” y la producción
de varios proyectos de mecenazgo.
Como escritora ha colaborado en las biografías
narradas para los libros de Liliana Golubinsky
y Daniel Corvino, redactó prólogos para
las muestras de diversos artistas como Juan
Doffo, Patricia Parodi, Mario Grinbaum, Cecilia
Ivanchevich, Florencia Temperley, Andrea
Fernández, Alejandro Scasso y el texto “El espacio
entre nosotros” para la muestra anual
de fotografías de los alumnos de Marcela Valero
Narvaez.
En los últimos años, está dedicada a la corrección
y edición de los libros “El caos que constituimos”
(editado por el Museo Nacional de
Bellas Artes) y “El arte entre la tecnología y la
rebelión” (inédito) del artista Luis Felipe Noé.