Península Mitre
Uno de los últimos rincones salvajes que aún prevalecen en el mundo
Al llegar por primera vez a Tierra del
Fuego, la sensación de estar aterrizando
en otra era golpea con
fuerza. Desde el aire, un paisaje
prehistórico, único y casi inalterado aparece
de repente despertando la sensación de
estar entrando a un tiempo distinto y lejano.
Desde el avión, Península Mitre se levanta
dando la bienvenida a aquellos que se animan
a viajar al verdadero fin del mundo.
Ubicada en el extremo suroriental de la isla,
sus acantilados y pastizales, lagos, bosques,
turberas, montañas y playas extensas la convierten
en una rara avis en una época en la
que resulta casi imposible encontrarse con
una naturaleza tan prístina y salvaje. Península
Mitre es el rincón más austral de Tierra
del Fuego, en la región Antártica de Argentina,
en el fin del mundo: una cuña de tierra
en medio del océano Atlántico sur, que lleva
más de 30 años esperando ser protegida.
Durante los últimos años, el sentido de urgencia
para lograr convertirla en un Área
Natural Protegida ha ido cobrando cada vez
más fuerza. Este rincón en el fin del mundo
contiene una diversidad de ecosistemas
de importancia global para la mitigación y
adaptación al cambio del climático, y que
además, frente al desafío de encontrar soluciones
a la crisis climática, se presenta como
una oportunidad única en el momento justo.
Es por esta razón que Sin Azul No Hay Verde
(SAHNV), se sumó a la misión para lograr
que se proteja definitivamente el área. SANHV
es el Programa de Conservación Marina
de la Fundación Rewilding Argentina, destinado
a proteger el hábitat y las especies
de las costas y del Mar Argentino, a través
de una red de áreas costeras y marinas protegidas
donde la biodiversidad del océano
pueda conservarse y regenerarse. El programa
fue creado en el 2017 con el objetivo de
atender la actual crisis ambiental global y la
salud del planeta.
El mar argentino es uno de los mares más
productivos y con mayor biodiversidad del
planeta, pero también es uno de los más
amenazados. En ese sentido, mientras trabajaban
en la creación de las primeras Áreas
Marinas Protegidas de Argentina dieron con
el proyecto de Península Mitre, y descubrieron
que, aunque su ubicación remota ha
logrado mantenerla alejada del impacto humano
a lo largo de la historia de la región, el
área viene sufriendo un importante proceso
de degradación.
“Península Mitre tiene mucho para contar sobre la identidad e historia de la provincia y por su naturaleza única, lograr la conservación de Península Mitre es
algo que se podrá celebrar en todo el mundo.”
Tierra de exploradores
Nahuel Stauch es oriundo de Tierra del Fuego
y Anita Gandino de Buenos Aires. Ellos son
parte del equipo de SANHV, guías de montaña,
exploradores y educadores y llevan muchos
años recorriendo y acercando gente a conocer
este inhóspito territorio.
Para ellos entrar en la península y encontrar
vestigios de pueblos originarios y de naufragios,
fue dar un salto en el tiempo y ver a través
de una ventana el mismo paisaje con el que se
encontraron en 1830 los primeros exploradores,
un lugar con poca intervención humana y
con la naturaleza en su estado más puro.
Como guías de montaña, y para poner en relieve
la importancia de proteger el lugar, Anita
y Nahuel llevan a los chicos de escuelas y a
grupos que vienen de todas partes del mundo
a explorar Península Mitre para conocer el
valor del lugar y aprender a cuidarlo, porque
es de vital importancia contar con el apoyo de
la sociedad para poder impulsar cambios que
impliquen una visión colectiva más justa para
el planeta que habitamos.
¿Por qué Península Mitre?
Península Mitre es una de las principales reservas
de turba de Sudamérica concentrando
el aproximadamente 84,4% de la turba de
Argentina.
Los turbales son un tipo de humedal que
constituyen el principal sumidero de carbono
y almacenamiento de carbono, contribuyendo
a la mitigación del cambio climático
global. Un estudio realizado por la National
Geographic Society basado en un informe
elaborado por el Centro Mundial de Vigilancia
de la Conservación de Naciones Unidas,
identificó a esta península como el punto de
mayor captura de carbono de
nuestro país. Cuando los turbales
están intactos y conservados
continúan actuando como sumideros
netos de carbono atmosférico
jugando un importantísimo
rol en el ciclo del carbono
terrestre.
La península también alberga
especies endémicas, especies
en estado vulnerable o crítico
de extinción y grandes migraciones
marinas. Sus costas y las
aguas circundantes a la Isla de
los Estados, representan uno de
los ecosistemas con mayor biodiversidad
del mundo, donde
pingüinos de penacho amarillo,
ballenas jorobadas, delfines
australes, guanacos, zorros colorados,
el cóndor andino y los
huillines, entre muchos otros,
transitan, se alimentan y se reproducen.
Gracias a sus bosques de macroalgas las
aguas de esta zona se encuentran entre los
ambientes más productivos del planeta . Estos
bosques son considerados “ingenieros
de ecosistemas” ya que pueden modificar
el ambiente. Sus algas (Macrocystis pyrifera)
son los organismos vivos más grandes del
mundo, pudiendo alcanzar los 70 m de largo
y, ¡con la capacidad de crecer más de 15 cm
por día! Por su gran tamaño y capacidad para
hacer fotosíntesis también son importantes
sumideros de carbono contribuyendo, junto
a la turba, a mitigar el cambio climático.
A su vez, ayudan a reducir las corrientes y la
fuerza de las olas, protegiendo las costas de
la erosión y el daño causado por tormentas
e inundaciones. Estos bosques se encuentran
dentro de los mejores preservados y
son refugio y hábitat para miles de especies.
En tierra, está cubierta en un 35,6% por
bosque nativo subantártico que todavía
mantiene sus características naturales originales.
Recorriendo la península podemos encontrarnos
con cóndores sobrevolando el mar
o con el escurridizo carancho austral escondido
entre las rocas de una playa. Orcas, toninas y delfines se dejan ver sobre las costas,
mientras los guanacos caminan por los
pastizales. A lo largo y ancho del lugar es común
encontrarse con restos arqueológicos
de sus antiguos pobladores, los Haush o con
restos de naufragios históricos.
Adentrarse a la Península es caminar por un
museo a cielo abierto del cual falta mucho
por descubrir. Preservar este lugar en donde
el mar y la tierra, las montañas, lagos, la
turba y la costa se encuentran en el último
rincón salvaje del planeta, además de una
urgencia, es también la oportunidad de dejar
un legado para toda la humanidad.