Sensaciones agradables en el Caribe panameño



Hace millones de años, el istmo de Panamá emergió del mar y cambió el mundo como era hasta entonces y fue para siempre. Dividió un océano y unió dos continentes, provocando uno de los eventos de evolución natural más importantes de la historia.
Actualmente, este estrecho puente terrestre en América Central alberga más especies de pájaros y árboles que toda América del Norte. Por ello, descubrir sus hermosos paisajes, su rica cultura y sus infinitas actividades turísticas, está al alcance de la mano. Algunas de las destacadas actividades panameñas incluyen tours a la selva, surf, snorkel, buceo, senderismo, camping, observación de aves, rafting, tirolesa tours y más. En la ciudad de Panamá, se puede disfrutar de restaurantes, vida nocturna, casinos y tiendas de clase mundial ya que esta perla caribeña ha atraído a algunas de las marcas más famosas y reconocidas para establecer una enorme tienda frente al mar. Turistas de todas las latitudes vienen a Panamá y experimentan sensaciones agradables en una ciudad moderna y bella con todas las comodidades que son de esperar en uno de los centros de negocios y turismo más afamados. Panamá es mundialmente famosa por su canal de 48 millas que conecta el Océano Pacífico con el Océano Atlántico.
Cada año, más de un millón de personas lo visitan y pueden presenciar esta increíble maravilla de la ingeniería. Ni qué decir del orgullo que sienten los panameños de tener esta magnífica creación operando los 365 días del año, lo que permite que la carga mundial se envíe de manera eficiente y segura a nuevos destinos.

LAS COLORIDAS ISLAS DE SAN BLAS
Luego de un trayecto de casi 60 km serpenteantes desde el centro de la ciudad capital, en unas camionetas 4x4 (las únicas unidades que transportan hasta allí a turistas y locales, dado lo empinado de algunas elevaciones), se arriba a Puerto Kartí, principal base de partida continental hacia las 365 islas de la comarca Kuna, de las cuales sólo una cincuentena se hallan habitadas. Media hora de navegación rápida acercan a Wichiwala y El Porvenir, dos poblados insulares de los nativos kunas. A esta última isla arriban avionetas desde el aeropuerto internacional del país centroamericano. Las islas del archipiélago de San Blas están en la costa del Caribe panameño, desde el golfo de San Blas, casi hasta su la frontera natural, Colombia.. Muchas de las islas se utilizan solamente para fines turísticos. Se levantan en ellas cabañas, hoteles y pequeños hostels rodeados de vegetación, playas de finísima arena blanca y aguas de un verde transparente. En un bello islote, la Isla del Perro, se ven algunas carpas armadas debajo de un palmeral. Las casas son de arquitectura sencilla en construcciones principalmente de caña, sólidas y resistentes a los cambios climáticos. La mayoría de los habitantes son kunas. Sus costumbres producen un retorno al pasado ya que manejan los medios conducentes para facilitar el turismo en estas bellas islas donde gobierna la naturaleza y en las que mantienen su sistema económico, idioma y costumbres, como es el caso de su vestimenta tradicional, las reconocidas molas.

LAS INIGUALABLES MOLAS
Este tejido artístico, las molas, está hecho con una técnica de bordado y bordado inverso. Cada prenda demanda mucho tiempo y destreza con las agujas siendo sobre todo las mujeres quienes visten y lucen esos atuendos de un colorido singular. Blusas, faldas de algodón, pañuelos rojos y anaranjados en la cabeza y cadenas de perlas de vidrio en muñecas y tobillos representan el vestido tradicional de las mujeres kunas. Estos tejidos de fama mundial se exhiben en museos y colecciones privadas de todo el planeta. Un arduo trabajo artesanal lleva su confección, con telas de diferentes colores superpuestas con agujas e hilos. Algunas demandan hasta cien horas de labor. El arte de las molas tuvo su origen en la pintura corporal, una de las más antiguas formas de expresión plástica. Los kunas comenzaron sus diseños primero con pinturas directamente sobre tela y luego mediante la técnica de costura de aplicación inversa. Las molas más antiguas tendrían entre 150 y 180 años. Las primeras molas eran diseñadas en base a patrones geométricos utilizados para pintura corporal. Después fueron introducidos diseños reales y abstractos de flores, animales marinos y aves. La confección y venta de las molas es para los kunas una importante fuente de ingreso. En general, las mujeres kunas aprenden a confeccionar luego de la pubertad. Una ceremonia de festejo las espera en el tiempo del desarrollo corporal. A partir de entonces, la mayoría adopta las molas como vestimenta. Es tal la importancia de las molas para la identidad y tradiciones de los kunas, que es un símbolo de la independencia de Kuna Yala. A principio del siglo pasado, en los años 20, el intento de “occidentalizar” a los kunas prohibiéndoles sus costumbres, lengua y vestimenta levantó una gran ola de resistencia, que culminó en la Revolución Kuna de 1925. Tras duras batallas y negociaciones, el gobierno panameño concedió la autonomía al pueblo kuna.

SABORES E HISTORIA
Si bien los poblados son en su gran mayoría insulares, los terrenos de labranza y cría están ubicados en la cercana tierra firme, a la que se desplazan diariamente en sus cayucos (botes de remo) para trabajar los cultivos.
El pescado es el principal sostén de la dieta, junto a plátanos y cocos. Resulta llamativo y curioso el intercambio de mercancías de una embarcación a otra en pleno mar Caribe donde importaciones traídas en barcos colombianos son adquiridas así por los kunas.
Un jefe isleño relata la importancia del coco en su cultura y comenta que a la máxima autoridad de cada isla se la llama saila, y a la de la comarca, cacique. Su palabra o sentencia no admite discusiones, o sea que “valen un coco”. Tanto es así, que en cualquier diálogo utilizan el fruto del cocotero como una unidad monetaria aunque en realidad en la práctica obviamente usan dólares. Mediante un comportamiento distintivo, esta comunidad ha evitado no sin esfuerzo el desarrollo del turismo “tradicional”. Instalaciones sencillas, simples y comida fresca -sobre todo pescados y frutas- ofrecen a los visitantes tranquilidad, sosiego y una entretenida estadía. Los arrecifes, muchos de ellos antiquísimos, son excelentes sitios para practicar snorkeling y natación.
Los kunas, estudiosos y cultos, atraen con su música y danzas pero un tema ocupa un lugar destacado en sus leyendas: la rebelión que protagonizaron hace más de cien años frente al intento de “modernizarlos”, si vale el término.

TAMBORES Y RASPADOS
Una copiosa lluvia tropical acompaña el regreso a la capital de Panamá, donde la excursión a la Ciudad Vieja precede a las demás.
Fue destruida con el ataque del pirata galés Henry Morgan, en 1671. La segunda fundación de Panamá fue en 1673. Con la experiencia adquirida se la hizo mucho más fortificada, a recaudo de los ataques de filibusteros ávidos de oro, y se erigieron en su interior edificios religiosos, militares y civiles.
Se destacan la Iglesia de la Merced, la Casa de la Municipalidad y las Ruinas del antiguo Convento de la Compañía de Jesús.
En esta tierra flamean varias banderas nacionales, cuyo emblema está formado por un rectángulo dividido en cuatro: colores y estrellas rojos y azules representan la unión de conservadores y liberales durante la lucha por la libertad del país. Tentaciones de los viajes, de los recorridos, por el centro urbano un puesto callejero ofrece un “raspado”.
Los vendedores raspan una barra de hielo, llenan un cucurucho y le agregan leche saborizada, miel y jugo de frutas. Una delicia deleitada aún más al compás de un “tamborito”, expresión artística representativa de la panameñidad. Y ahí nomás, en la calle Navarro, el ex campeón mundial de boxeo Roberto “Mano de Piedra” Durán posee un restaurante -la Tasca de Durán- que sirve excelente comida típica local. Los buenos platos son acompañados por decoración que recuerda su pasado deportivo glorioso.
A veces se lo puede oír cantar mientras se desplaza alrededor de las mesas, otra faceta del ex multicampeón.

UNA VISITA AL GRAN CANAL
Durante el trayecto hasta la sede del Centro de Visitantes de Miraflores, lugar donde los turistas pueden disfrutar tanto de una visita guiada como del paso de un buque a través de las esclusas del monumental complejo denominado integralmente Canal de Panamá, se observan decenas de “diablos rojos”, transportes colectivos de personas. Son multicolores, pintados con infinita imaginación.
En verdad no hay uno igual a otro. Lo mejor es verlos cuando pasan por la cinta costera con el mar Caribe de fondo. El primer intento de construir una ruta a toda agua por Panamá lo hicieron los franceses en 1880. Problemas financieros y enfermedades truncaron la iniciativa de Fernando de Lesseps. Desde su independencia, en 1903, Panamá acordó con Estados Unidos la construcción del canal. Se terminó el 15 de agosto de 1914 y los norteamericanos lo administraron hasta 1999. El agua que se utiliza para subir y bajar las naves en cada juego de esclusas se obtiene, por gravedad, del lago Gatún, y es vertida en las esclusas a través de un sistema de alcantarillado. El renombrado Corte Culebra es la parte más estrecha del canal y sus kilómetros representan sólo una parte de la extensión de la vía. Este segmento fue excavado a través de roca y piedra caliza de la Cordillera Central de la península panameña. Las rocas fueron utilizadas luego para el relleno de la Calzada de Amador, que conecta la parte continental de la ciudad con las islas Naos, Perico y Flamenco. Con el tiempo se transformó en un paseo de bares, restaurantes, galerías con vistas espléndidas junto a yates, lanchas y botes. De día o de noche se puede caminar, trotar o andar en bicicleta con el mar a ambos lados de la ruta. Y ver, mientras tanto, aves migratorias buscando el aire caliente de la playa, donde flotan y descansan sin dificultad, en su paso por el istmo de Panamá.