Maceió, en Alagoas
La ciudad-resort del bello y cálido Caribe brasileño.
Se agitan las cabaças, se agitan al sonar de su música afrobrasileña, envueltas en redes azules, celestes, turquesas junto a mares espejados y arrecifes de coral salpicados de piscinas naturales. Manos expertas, cálidas, sostienen con suavidad las calabazas, sonajeros deslizantes, mientras pies desnudos acompañan el ritmo instrumental del afoxé sobre la arena blanca, para un forró apasionado, bailado de a pasitos en Playa de Gunga, en Playa del Francés, o quizá en alguna otra de las idílicas riberas frente a Maceió, en Alagoas, consideradas entre las mejores de Brasil y situadas en uno de los estados más pequeños de la antigua Nueva Lusitania. Más y más kilómetros de bordes costeros llenos de color, de amor y vida se extienden a los barrios históricos, iglesias centenarias, villas tradicionales de encajeras, centros culturales, de entretenimiento, gastronomía, atracciones y galerías de arte de la capital alagoana. Vida al aire libre, sabores del mar, lagunas de aguas cristalinas como Mundaú, una de las diecisiete que posee Alagoas, que cuando sube la marea se llena de agua salada, y al bajar sólo queda el agua dulce. Aprovechan entonces los pescadores para extraer el apreciado berberecho nordestino que sumará langostas, camarones, diversos pescados a los que acompañarán ingredientes del interior como la tapioca, el cuajo, la carne en conserva, la mantequilla en botella y la leche de coco, fruta abundante que se encuentra en el borde ribereño de Maceió. Quieran los reconocidos chefs servir estos manjares con especias peruanas, inspiraciones españolas y pimientos de Bahía.
DESEOS DE AVENTURA
De identidad cultural propia, Maceió es una
ciudad para disfrutar sin prisa, en el distinguido
tono alegre de la danza típica “quadrilha”,
en el delicado bordado “filé”, en la fe
y expresividad de su gente, que brindan armonía
por doquier a intensos fugitivos que
sólo ambicionan el ansiado sosiego, el cual
por supuesto abunda como refugio del trajinar
alborotado citadino, bajo la sombra y
verdor de densos cocoteros, en atardeceres
dorados y cálidos todo el año. El romántico
relax y la contemplación habrán de vencer
la fatiga, inspirando entonces deseos aventureros
en escenario tan adecuado. Hay
quienes se atreven a saltar en paracaídas,
están los que se deslizan en el viento sobre
las aguas azules y también los que prefieren
sumergirse en las profundidades a bucear,
luego de sentirse expertos marinos, al formar
parte de la tripulación de un barco. Una
ligera bicicleta, caminatas oyendo despejados
el sonido del mar o el paseo hacia la
barrera de coral en acuarios naturales a 26
grados, a los que se llega en balsas, son opciones
más pacíficas, pero no menos interesantes.
Playas céntricas como Guaxuma, las
vehementes olas de Jatiuca, perfectas para
quienes aman surfear. Y la superficie de Ponta
Verde, una de las más famosas por sus
aguas claras. Maceió, un destino que puede
considerarse una “ciudad-resort”, una ciudad
plenamente turística.
UNA HISTORIA RENOVADA
Durante mucho tiempo Alagoas fue pasada
por alto por los viajeros, pero en los últimos
años se ha producido un cambio de tendencia
que ha puesto su atención en Maceió,
esta ciudad costera que es elegida por su
dinamismo chispeante. La mayor afluencia
de turistas no ha borrado su auténtica alma,
su rasgo, carácter y temperamento propios,
el aire rústico formado por pintorescos pueblos,
coloridas casas, gastronomía que gusta
combinar sabores y tradición. La belleza de
su naturaleza puede ser comprendida sobre
todo por su historia, llena de curiosidades y
testimonios. Moderna, encuentra equilibrio
en los edificios simbólicos del centro. Nacida
como un pequeño pueblo donde se procesaba
la caña de azúcar, gracias al vigor de
su puerto, el comercio creció rápidamente
y también se especializó en el cultivo de tabaco,
coco y procesamiento de cuero, convirtiéndose
en uno de los núcleos urbanos
más activos. En 1839 Maceió se convirtió
en la capital del estado y aún hoy su puerto
es uno de los más importantes de Brasil.
Cuna de grandes artistas y presidentes,
de Alagoas son originarios los dos primeros
mandatarios brasileños, Deodoro da Fonseca
y Floriano Veira Peixoto. Y también aquí
nacieron los estupendos músicos Djavan y
Hermeto Pascoal. Con un pasado colonial
que dejó su huella, el componente histórico
no debiera ser opacado por el brillo de sus
playas.
ATRACCIONES AL POR MAYOR
Jaraguá es un barrio que sorprende. Declarado
patrimonio histórico, recorrer sus calles
es frotar la lámpara del genio y pedir un
retroceso en el tiempo. De todas maneras,
el diseño del casco antiguo se aprecia ahora
más moderno y animado, los turistas tienen
más servicios a su disposición y hay más lugares
para visitar, incluyendo restaurantes,
clubes o bares donde probar los productos
típicos de la zona. Antiguos almacenes y las
casas de dos plantas han adquirido color,
llenándose de energía y buena vibra.
El distrito de Jaraguá es la historia viva de
Maceió, en el que conviven edificios del siglo
XIX junto a almacenes, palacios y tiendas de
época en curiosa y pintoresca mezcla. Queriendo
diferenciarse, el Pontal da Barra es el
lugar ideal para los amantes de la artesanía.
Encajes, bordados y una amplia gama de bolsos,
accesorios y ropa hecha a mano pueden
hallarse rápidamente. Es bien rural, preferido
de pescadores y artesanos, ubicado en la
parte sur de la ciudad. La Igreja Bom Jesus
dos Martirios, considerada una de las iglesias
más bellas de Maceió, fue inaugurada
en 1881, pero tiene un estilo muy personal.
Su fachada presenta elementos neogóticos,
ornamentos que recuerdan el estilo rococó,
mientras su arquitectura definiría a veces el
estilo oriental. Muy cerca se encuentran el
edificio gubernativo, el ayuntamiento y la
dependencia pública de turismo. Puede visitarse
además la Igreja de Nossa Senhora do
Rosário dos Homens Pretos, construida en
1853, al igual que el teatro Deodoro, un imprescindible
en la historia de la ciudad, levantado
con un propósito muy específico: dar
cabida a las necesidades artísticas y creativas
locales. Con 650 butacas, consta de una sala
de conciertos de estilo neoclásico, su noble
salón ya ha albergado la biblioteca pública, la
alcaldía, la justicia federal y hasta recepciones
del gobierno estatal, además de estar disponible
para diversos eventos regionales. Los
paseos marítimos maceioenses se concentran
básicamente en tres zonas: Jatiuca en el
norte, Ponta Verde en el centro y Pajuçara en
el sur. La primera tiene una hermosa y amplia
playa con un fondo marino más profundo. Se
une al sur con Ponta Verde en el barrio más
elegante, de amplios y suntuosos condominios
con una playa menos profunda.
Al final de Ponta Verde está la playa y el barrio
de Pajuçara, conocido por su característico
mercado artesanal, donde se pueden
adquirir todo tipo de recuerdos característicos
y desde donde parten las tradicionales
jangadas, típicas embarcaciones que transportan
hasta las piscinas naturales. El Parque
Municipal de Maceió, inaugurado en 1978,
está situado entre los distritos de Bebedouro
y Tabuleiro dos Martin. Ubicado dentro de
una reserva de la Mata Atlántica, tiene una
extensión de 82 hectáreas, en un área de
conservación con seguridad para los animales.
El visitante podrá ver caimanes de cresta
amarilla, pollos de agua, armadillos, tortugas
de Barbados, perezosos, halcones, búhos,
zorros, osos hormigueros mirim y serpientes.
En total, hay cinco senderos accesibles al
público: Citizen Trail, Adventure Trail, Peace
Trail, Pau Brasil Trail y Jacaré Trail. Es posible
observar y beber el agua que brota del suelo
en varios lugares del Parque. Dentro de la
estructura también hay actividades para los
niños y los visitantes pueden participar a la
plantación de ejemplares de la Mata Atlántica,
seguir lecciones de educación ambiental
y aprender sobre senderos naturales.
¡Qué sed y apetito! Detenerse en las barracas
de la rambla por una tradicional tapioca
(panqueque de harina de mandioca, salado
o dulce), un açai (fruto energético del norte),
jugos de frutas tropicales, pescados y carnes
secas con mandioca frita. O en un restaurante
a deleitarse con el plato típico de Alagoas:
caldo de sururú, un berberecho cocido en leche
de coco muy afrodisíaco. Tal vez aguardar
la noche, deslizarse hasta la playa con la
arena aún tibia, suave, contemplar la marea
en este fascinante, transparente paraíso y
beber uma cervejinha bem fresca. Sentirse
una criatura perfecta en el Caribe brasileño.